No es sólo el tema de un recorte del cupo de dólares, es todo un país convulsionado, deteriorado, desangrado...es caminar entre ruinas con un horrible y agobiante deseo de querer creer que todo va a cambiar. Es querer aferrarse a algo que luche contra el miedo que te invade de pies a cabeza.
Es llorar mientras redacto estas líneas, porque uno quiere mantenerse fuerte, mostrar valentía ante tanta adversidad. Hoy, recordé cómo hace dos años me quebré por completo cuando Capriles no logró hacerse con la presidencia de Venezuela, el difunto todavía estaba vivo. Entré en un estado de crisis cómo si se me hubiese muerto un ser querido, supongo que sí, y creo que es así cada día, desde ese día, se nos muere un pedacito de esta tierra. Recordé el abrazo de mi papá ante mi llanto mientras le preguntaba: ¿y ahora qué?
No ha cambiado casi nada desde aquel entonces, a nivel país, los cambios han sido desfavorables. Hoy mi papá cumple otro mes de no estar físicamente y me pregunto: ¿a dónde vamos a parar? ¿esto tiene fin? Lloro igual cómo aquella noche, sólo que ya no tengo el abrazo de la pulga mayor, un abrazo que en su momento quiso hacerme entender que todo iba a mejorar.
Me gusta ser venezolana, pero jamás pensé que sería tan difícil y agotador serlo. Repito lo que escribí en mi Facebook, me niego a aceptar la idea de que nos vamos a quedar encerrados en Venezuela, de que en algún momento no podremos salir o entrar. ¡Me niego! ¡No lo acepto! ¡No quiero! Aunque me invada el miedo y también la tristeza de sólo pensarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario